2) Pubertad: A medida que va desapareciendo la disarmonía puberal, disminuye la desintegración de la conducta, típica de la etapa anterior. Las formas negativas de la conducta cesan repentinamente. Comienza a experimentar su mundo exterior: pensamientos, sentimientos, emociones, impulsos, aspiraciones y deseos, descubre su yo psíquico. Además descubre el mundo psíquico de los que lo rodean, estableciendo una distinción entre ambos. Descubre su yo, pero también alcanza la facultad de comprender el obrar y comportamiento exteriores de una persona por los motivos psíquicos, por los rasgos de carácter, por los sentimientos.
Comprensión de los fines: Hay una comprensión teleológica, es decir, de los fines que le permite introducirse en el mundo del espíritu. Logra ya el acceso a los valores de bondad, belleza, verdad, santidad. De este modo su mundo no solo se amplía hacia su interior sino hacia arriba hacia las ideas y lo espiritual. Por eso busca apoyo en el mundo de los valores. Concepción idealista del mundo: Al púber, al buscar valores, se le hace indiferente el mundo de las realidades concretas, y su interés es absorbido por las valoraciones. Es característico de los púberes una imagen idealista del mundo. Esto se da no solo en la conducta práctica, sino también en el juzgar, en la actitud frente a las realidades del mundo exterior. Desde que la creencia infantil en la autoridad se ha quebrantado, intenta juzgar con un criterio independiente el mundo cultural exterior y el mundo endopsíquico (interior) .
Sobreestimación del yo: Los jóvenes se consideran a sí mismos muy importantes, se encierran en sus sentimientos, sobrestiman su vivencia, y dictan sus juicios, creyéndolos el "sumum" de la sabiduría. La autoformación: El despertar del afan de valer pertenece a la pubertad espiritual; por eso carece de la espontaneidad propia de los procesos biológicos, pudiendo no darse en absoluto o apenas. Por eso, en la medida en que aparece el afán de valer, despierta también la voluntad de formarse y perfeccionarse a sí mismo. Despierta en él la conciencia de que es necesario poner en orden el caos interior. La incipiente voluntad de autoeducación caracteriza el comienzo de la pubertad espiritual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario